Cambio16

Hipótesis oficial vs. Hipótesis encubierta

Los malos de este terrible episodio de la historia de España, a los que se acusa de la tragedia del síndrome tóxico español, son 13 de los 38 empresarios procesados en el juicio, que tradicionalmente se dedicaban a la producción, venta o distribución de aceite.

Concretamente, se condena a cada uno de ellos como autores de delito contra la salud pública, delito de estafa, delito de imprudencia temeraria profesional o cooperación necesaria de un delito de estafa.

Pese a que la sentencia reconoce ignorar el agente tóxico concreto presente en el aceite, se refiere en numerosas ocasiones y gracias al testimonio de Sir Richard Doll[1] a la toxicidad de las anilinas y anilidas. Pero estudios y especialistas afirman que la dosis letal (DL50[2]) de las anilinas se sitúa en 250 mg/kg y la de las anilidas en 1959 mg/kg.[3]. Tradicionalmente, en la toxicología se ha venido aceptando que una sustancia es relativamente inocua -no tóxica- cuando su DL50 se sitúa en más de 2500 mg/Kg.[4].  Aún así, la presencia encontrada en los aceites supuestamente culpables tanto de anilinas como de anilidas no supera nunca las concentraciones a partir de las cuales se consideran dosis letales. Por este motivo, toxicólogos franceses, americanos y alemanes -de Lyón, Atlanta y Berlín- opinan que los aceites no pueden ser los causantes de la intoxicación.

De hecho, las anilinas y anilidas del aceite de colza al cual se ha culpado de la intoxicación desde 1981, en realidad tienen una toxicidad menor que la nicotina (DL50: 50 mg/Kg.), la cafeína (DL50: 192 mg/Kg.) o la aspirina (DL50: 200 mg/Kg.)[5].

Pero antes de acusar a las anilinas y anilidas, ¿qué son realmente estas sustancias?

En primer lugar, su efecto en la salud y el estudio de su toxicidad no eran especialmente conocidos en la España de 1981. De hecho, como se lee en la carta que escribe el doctor Tabuenca al Secretario de Estado para la Sanidad, Luís Sánchez-Harguindey: “Me acaban de comunicar del laboratorio que encuentran en todas las muestras del aceite, acetil anilida, substancia cuya toxicidad y mecanismos tengo que estudiar y comprobar”. Pero tampoco a nivel mundial eran muy conocidas las anilinas (y mucho menos las anilidas) en el ámbito científico, pues se trata básicamente de una sustancia empleada como tinte en juguetes, envases, mobiliario, tabaco, ropa y productos de todo tipo, que raramente causa intoxicaciones.

Según el mismo CDC (Center for Desease Control) de Atlanta (EE.UU) las exposiciones agudas de anilidas tan sólo ocurren si se trabaja con la anilida:

Anilina
Ilustración 10: Información de la reseña toxicológica de la ANILINA de la Agencia para Substancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR por sus siglas en inglés) del Centro para el Control de Enfermedades (CDC), en Atlanta .

Además, la hoja informativa del CDC también responde a la pregunta: ¿Cómo podría estar expuesto a la anilina? Primeramente, afirma la ATSDR, “la población general puede exponerse  a la anilina al comer alimentos o tomar agua que contienen anilina, aunque estas cantidades generalmente son muy pequeñas[7]”. La reseña sigue informando: “si usted trabaja en un lugar que fabrica productos como pinturas, barnices, herbicidas y explosivos, puede estar expuesto a la anilina. También se ha detectado anilina en el tabaco, de manera que la gente que fuma o que inhala humo pasivamente también puede estar expuesta a la anilina. La gente que vive cerca de un sitio de desechos peligrosos no controlado puede estar expuesta a niveles de anilina más altos de lo normal”.

Los estudios epidemiológicos existentes demostraban que el aceite tóxico había sido desnaturalizado con anilina. Pero la explicación es muy simple. En la España de 1981 -de dieta esencialmente mediterránea- y según el Ministerio de Agricultura de la época, se consumían unas 800.000 toneladas de aceite de oliva. Sin embargo, la producción española de este aceite se situaba en las 450.000 toneladas, de las que 100.000 toneladas eran destinadas a la exportación. Por otra parte, se producían 270.000 toneladas de aceite a partir de otros vegetales[8].

Así pues, existía claramente una mayor demanda respecto a la oferta de aceite de oliva en España. Por lo que, algunos empresarios vendían aceite importado con la finalidad de lucrarse cubriendo una indispensable necesidad de la población española. Sin embargo, España todavía no formaba parte ni de la la Unión Europea ni de la OTAN y seguían vigentes los aranceles destinados a proteger la producción interna del país. Por este motivo y debido a la diferencia de precio entre el aceite de colza español y el importado, éste último era permitido bajo una licencia que obligaba a desnaturalizar los aceites y destinarlos exclusivamente a usos industriales (ver Ilustración 11).

ABC
Ilustración 11: Breve de ABC, edición del 16 de julio de 1981.

Asimismo, la misma sentencia 48/1989 recogía: “En 1980 y desde hacía varios años, las autoridades administrativas españolas venían autorizando importaciones de aceite de colza, pero para proteger la producción nacional de aceites y grasas comestibles, se exigía que el de colza importado no fuera destinado a la alimentación humana, sino a otras actividades industriales, que resultaban ser, casi exclusivamente las siderúrgicas. Con el fin de garantizar el no desvío al destino humano se ordenó administrativamente que la mercancía, cuando ingresara en territorio español, tuviera desnaturalizados sus caracteres organolépticos, para lo que fueron autorizados, en 1970, el aceite de ricino, y en 1974 el aceite náftico, el Azul de Ceres y la anilina, ésta al 2 por ciento”[9].

La Dirección General de Aduanas era el organismo responsable del control de las importaciones de los aceites. A este respecto, uno de los empresarios acusados en el proceso judicial declaró: “hacer contrabando no exige grandes misterios, ni sobornar a ningún funcionario de Aduanas. Es mucho más fácil. El funcionario de Aduanas tiene que tomar unas muestras para comprobar si corresponden con lo que se supone que importas. Basta con que se las des tú. La propia Administración ha fomentado ese relajamiento. Es la Administración quien ha propiciado la política de grasas que obliga al contrabando. Sin ese contrabando no era posible hacer una política de grasas que permitiera vender barato el aceite de oliva. (…) El negocio estaba en coger aceite de oliva y mezclarlo con otro aceite, español o importado, cuanto más barato, mejor, siempre y cuando fuese aceite comestible. A nadie se le había ocurrido aquí mezclar, como los marroquíes, un aceite de motor o cualquier otra barbaridad de ese tipo. Lo que se hacía era mezclar aceite de oliva con orujo, que era el siguiente en precio; pero el margen era poco rentable. Así es que se terminó por mezclar otros más baratos: de soja, de pepita de uva, de algodón, etcétera»[10].

Lo cierto es que la mezcla de aceite de oliva con otros productos sigue llevándose a cabo en la actualidad. Según un reciente reportaje de investigación, siete de cada diez aceites de oliva embotellados, contienen trazas de otros productos.[11]

Pues bien, desde las altas esferas se decidió que el cabeza de turco fuera el aceite de colza importado desde Francia y desnaturalizado con un 2% de anilina (tinte), que posteriormente re-naturalizaron (quitar la anilina para adaptarlo al consumo humano) los empresarios españoles sobre quienes cayó la sentencia. Durante más de 10 años, este proceso se había repetido una y otra vez sin causar envenenamiento alguno, vendiendo el aceite (en garrafas de cinco litros) a la población de clase media y baja.

Además de la escasez de la producción española de aceite de oliva, hay que tener en cuenta que el aceite de marca ofertado en la época era escandalosamente caro (por el más barato se pagaban 120 pesetas el litro, equivalentes a 0,72 € el litro[12]) en una sociedad en la que, uno de cada tres españoles, no llegaba a fin de mes.

Pese a este dato, aunque la mayoría de afectados tenían un nivel adquisitivo bajo, no todos compraban este tipo de aceite (que mayoritariamente era distribuido por vendedores ambulantes en mercadillos). Muchos afectados manifestaron no haber consumido jamás este tipo de aceite sino el de marcas reconocidas y etiquetadas[13], mientras que muchos otros afirman haberlo consumido en litros, pese a no presentar ningún síntoma de la rara enfermedad.

También es extraño el hecho de que tan sólo uno o dos miembros de cada unidad familiar resultaran afectados, pues el aceite es un ingrediente que no falta en ninguno de los platos de las familias españolas. Aún así, la media de afectados por familia era de 1,98 en diciembre de 1981.

Cabe tener muy presente igualmente el “Estudio sobre el síndrome tóxico publicado el 15 de enero de 1982 por el Centro Municipal de Salud del Ayuntamiento de Getafe. Puesto que en él se destaca que quince afectados del síndrome tóxico en aquel municipio mantienen e insisten en que no tomaron aceite tóxico, ni de marca ni de granel.”[14]

Tampoco coinciden los síntomas, como veremos en el apartado siguiente, pues el principal síntoma de intoxicación por anilinas, es la metahemoglobina[15], reacción ausente entre la larguísima lista de síntomas de los afectados.

Pese a las numerosas evidencias y documentos que demuestran lo contrario, los organismos que gestionan la sanidad mundial, el gobierno español y la opinión pública siguen apostillando que en la intoxicación de 1981, el culpable fue el aceite de colza desnaturalizado con anilinas. De hecho, desde entonces, no han cesado los estudios y nuevas investigaciones orientadas a encontrar el tóxico concreto que causó la enfermedad. Las últimas aproximaciones sobre el tipo de compuestos relacionados con la enfermedad revelan, en función de nuevos métodos de química analítica, la implicación de una familia de compuestos, los ácidos grasos diéster de fenilaminopropanodiol, y, uno de estos compuestos particularmente, el 1,2-di-oleil ester de 3-(N-fenilamino)-1,2 propanediol (DPAP). Parece ser que están más fuertemente asociados con la enfermedad que las anilidas de los ácidos grasos[16]. Pero tampoco pueden explicar la larga lista de síntomas de la enfermedad.

Por otro lado, una vez descartada la hipótesis del aceite por el doctor Muro el 20 de junio de 1981, al recibir los análisis del experimento animal con los aceites del Centro Nacional de Alimentación y Nutrición de Majadahonda[17], sigue investigando la causa del envenenamiento en los mercadillos ambulantes que muchos de sus pacientes visitan a menudo. Un elemento común que tienen la gran mayoría de los afectados es el consumo frecuente de ensaladas. Pero Muro descarta científicamente la lechuga, la cebolla, el aceite, la sal y el vinagre.

“Solamente quedaba el tomate, pero como el tomate tiene una piel cérea, está buen protegido y, por tanto, habría que descartarlo. Pero si el tóxico está en el tomate, tiene que ser una substancia química, un veneno que actúa sistemáticamente, es decir que se extiende en el sistema total de la planta. También la enfermedad tiene que ser sistémica, dado que afecta al organismo entero, casi no existe un órgano del cuerpo que no esté afectado”[18].

Por los síntomas, el doctor Muro está prácticamente convencido de que el veneno que buscan tiene que ser un pesticida. Por este motivo, visita algunos campos y zonas agrícolas en busca de productos insecticidas y plaguicidas. Confecciona un listado con 3.000 productos para la protección de las plantas y estudia sus efectos en animales.

El 11 de julio de 1981, encuentra un saco de Nemacur (pesticida creado y fabricado por la multinacional Bayer) en la cabaña de un agricultor de Almería, que le explica que ese es el primer año que lo utiliza. El incansable doctor Muro compra el mismo producto y se lo lleva para analizar junto a seis tóxicos más. El análisis toxicológico es llevado a cabo por nada más y nada menos que el ya mencionado doctor Guillermo Tena, director del Instituto Nacional de Toxicología, aunque Muro no le menciona lo que está buscando y las muestras están etiquetadas con simples letras.

Los resultados muestran que los animales que ingieren pimientos tratados con el Nemacur mueren al cabo de dos días, mientras que los que toman el producto en estado puro mueren a los seis días. Además, los órganos de los animales muertos presentan características muy similares a los de personas fallecidas por el síndrome tóxico[19].

Según la literatura científica, las sustancias que se forman en la planta a partir de pesticidas organofosforados como el Nemacur, los metabolitos, son varias veces más tóxicos que el producto original.

El pesticida Nemacur se convierte dentro del fruto en un Fito-metabolito (es un derivado metabólico, producto de la interacción del pesticida con el genoma del tomate) y es extraordinariamente agresivo, pues su toxicidad se potencia unas 700 veces respecto al  nematicida (pesticida contra nematodos o gusanos de suelo) inicial, y cuya composición exacta parece ser alto “secreto militar”. Al ingresar al cuerpo este fitometabolito actúa como un inhibidor enzimático irreversible de la acetilcolinesterasa (enzima básica para el buen funcionamiento del sistema nervioso).

Por este motivo, este tipo de pesticidas (los organofosforados) tienen unos largos plazos de seguridad que deben garantizar la degradación biológica total de las substancias altamente tóxicas que se forman en la planta. Durante las investigaciones del doctor Muro, había hecho unas 5.000 encuestas en las que descubrió que todos sus pacientes habían comido tomates comprados en mercadillos o venta ambulante. El doctor y el equipo que lo rodea se convencen entonces de que algún agricultor ha utilizado el Nemacur sin tener en cuenta los plazos de seguridad[20].

Pero, ¿qué son los llamados plaguicidas organofosforados?

La verdad es que constituyen un grupo muy amplio de compuestos altamente tóxicos, que tienen su precedente en los gases de guerra “a menudo conocidos bajo el apelativo de ‘gases nerviosos’, entre los que se encuentran el sarín, el tabún o el somán, y que se desarrollaron de manera especial a partir de la Segunda Guerra Mundial”[21]. El Nemacur se encuadra dentro de este tipo de pesticidas y su ingrediente activo, el fenamiphos, está considerado como de alta toxicidad[22], así como el Oftanol, otro producto pesticida relacionado con la epidemia.

Está documentada la implicación de Bayer en las primeras producciones de organofosforados y especialmente en la creación del Nemacur, hecho del que se hablará ampliamente en el apartado “La implicación de Bayer y el gobierno de EE.UU”.

Antonio Muro informa de todo lo que va descubriendo a los distintos responsables del gobierno español. El 24 de noviembre de 1981 el doctor Muro explica el resultado de sus largas investigaciones en una reunión secreta en el Ministerio de Sanidad, pero es desoído y las autoridades no cambian el rumbo de sus actuaciones.

El doctor Muro –que recordemos, fue número uno de su promoción y director del Hospital Rey de Madrid– fue descalificado en los medios, despedido de la Administración y vapuleado todavía hoy por algunos de sus colegas de otros hospitales. Al preguntar por ello al toxicólogo Raimon Guitart, contesta: “el problema es que Muro salió en los periódicos cada semana acusando una cosa o la otra y eso alarmó a la población. Además, no está reconocido porque ninguno de sus estudios ha sido publicado en una revista científica“[23].

Busquemos entonces a un personaje con buena reputación. Uno de los médicos más prestigiosos del país, Luís Frontela[24], ha estado trabajando en infinidad de casos, entre ellos, el que aborda este trabajo.

José Merino es abogado y viudo de María Concepción Navarro, enferma desde 1980 del síndrome tóxico. Esta mujer, también abogada, negó haber consumido otro aceite además del de las mejores marcas de aceite de oliva español hasta el día de su muerte, el 24 de agosto de 1982. Por este motivo, el Estado le denegó una indemnización por su muerte a su marido, a raíz del informe de la autopsia, que afirmaba que la señora Navarro falleció de muerte natural. Aún así, la afectada bien había sido incluida en el censo de afectados con el número 28/81.473. 8.[25]

En este momento es cuando su marido, el señor Merino, se pone en contacto con el doctor Frontela, que compara el informe de la autopsia con el de otros fallecidos y comprueba que la señora Navarro ha muerto debido al síndrome tóxico[26].

Cambio16
Ilustración 12: Portada de CAMBIO 16, edición del 17-24 de diciembre de 1984, nº 681.

El interés que suscita en el doctor Frontela este acontecimiento que el Estado parece estar manipulando, le lleva a investigarlo con todo su equipo de científicos interdisciplinarios (un total de quince) de la Universidad de Sevilla, durante los dos años siguientes. Como resultado, en 1984 presenta un informe en el que ratifica las investigaciones del doctor Muro[27].

El número de diciembre de la revista Cambio 16 recoge este informe y sale con una portada que escandaliza por su titular: “Escándalo Colza: Según nuevas investigaciones, un producto Bayer envenenó a España”. En un reportaje de ocho páginas, Cambio 16 repasa todo el informe del doctor Frontela y el del doctor Muro, y habla de la opinión de Carmen Salanueva[28] (coordinadora del Plan Nacional para el Síndrome Tóxico), Maria Jesús Clavera, Francisco J. Martínez y J. Costa (jefe de la división fitosanitaria de Bayer en España).

Sin embargo, dos meses más tarde, el director de Cambio 16, José Oneto, es cesado sin motivo “aparente” y en abril la multinacional Bayer demanda a la revista[29].

En el reportaje de Cambio 16 se puede leer: “’Las series de ratas intoxicadas directamente con Nemacur y con pimientos tratados con Nemacur dos semanas antes de la recolección -afirma concluyentemente el forense sevillano (Luís Frontela) en su informe- presentan similares lesiones microscópicas que las que se observan en los fallecidos por el síndrome o neumonía tóxica’ (…) ‘Tras muchos meses de trabajo en el Plan Nacional del Síndrome Tóxico ―dice Francisco Javier Martínez a CAMBIO16― hemos podido comprobar que el tóxico no fue el aceite, ya que sólo tres de cada mil personas que consumieron la colza supuestamente envenenada han resultado afectados.’ (…) ‘Después de haber estudiado detenidamente la sintomatología de los enfermos ―señaló un alto cargo del organismo a CAMBIO16―, estamos convencidos de que entre las sustancias que provocaron las «neumonías atípicas» tenía que haber obligatoriamente compuestos fosforados’”.

En la España de 1981 y en la de 33 años después, tanto autoridades como medios de comunicación y médicos siguen postulando por la hipótesis de que el aceite de colza fue el causante de la intoxicación[30]. ¿Cómo van a dudar de la opinión de científicos respaldados por la Organización Mundial de la Salud?

Sin embargo, paralelamente también hay un gran número de médicos, periodistas e investigadores que postulan que un pesticida organofosforado o un combinado de ellos es la causa más probable del síndrome tóxico. De hecho, estas opiniones se han hecho más numerosas con el paso de los años y los diferentes estudios que las han respaldado.

Además de los informes ya mencionados de los doctores Muro, Clavera y Martínez, y Frontela, el prestigioso toxicólogo alemán, Claus Köppel[31], publicó un artículo sobre el síndrome tóxico en el que se hablaba de una partida de tomates tratados con un pesticida organofosforado altamente tóxico[32].

El doctor Ángel Peralta, que fue el primero en apuntar que la enfermedad podía deberse a una intoxicación por organofosforados, declaró en el juicio de la colza como perito y aseguró que esta hipótesis era la única verosímil[33]. Asimismo, el doctor Peralta fue designado perito judicial (así como los doctores Clavera y Martínez) y entregó un estudio en el que en las conclusiones afirmaba “en plena era espacial el hombre explora el universo, sin embargo, un cuadro clínico recortadísimo patognomónico de intoxicación por organofosforados, no se identifica. (…) El hecho de haber transcurrido el periodo inicial bajo la etiqueta de neumonía atípica, fue una pérdida de tiempo irreparable, era la época clave para evitar muertes y complicaciones”[34].

Durante las declaraciones en el juicio, el doctor Peralta contestó afirmativamente a la pregunta de la defensa “¿ha tenido usted alguna reunión privada (…) en la que coincidió con los ministros Sancho Rof y Núñez? ¿No es cierto que le dijeron: ‘es cierto, tenias tu razón, era un organofosforado, pero no lo podíamos reconocer’?«[35].

El doctor Fernando Montoro Jiménez, fue Subdirector General de Establecimientos y Asistencia Farmacéutica cuando el PSOE entró a gobernar en 1982. El doctor Montoro afirmó que tanto si se trataba de una intoxicación por anilinas (ésta explicación le parecía impresentable) como por organofosforados, el tratamiento a seguir estaba muy claro[36]. En junio de 1982, en una carta a Ciriaco de Vicente (miembro del PSOE, fue vicepresidente segundo de la Comisión de Investigación Conjunta del Congreso y el Senado sobre el síndrome tóxico) el doctor Montoro declaraba que “puede afirmarse que, a nivel científico, hoy se duda de que el aceite sea la causa del síndrome. Los estudios epidemiológicos han sido un desastre. (…) Lo que sí hay claro es que ha sido una intoxicación alimentaria. Y, yo me pregunto, cuando hubo intoxicación en niños de pecho, se analizó la leche materna (la madre se inventó que echaba aceite en la papilla para cobrar[37]) buscando oleanilidas y no se encontraron. Se encontraron residuos de insecticidas. Se descartó esta idea porque no se habían encontrado en el aceite. ¿Y si no fuera el aceite? ¿Y si fuera un nematicida que al añadirlo a los vegetales, los metaboliza produciendo otros compuestos más tóxicos que el propio insecticida y que son los que verdaderamente se ingieren? ¿Y si el nematicida fuera de una multinacional que se ha gastado miles de millones en retirarlo de los consumidores y comprarles las cosechas de tomates en pueblos de Toledo? (…) Muro falló en la manera de decir las cosas: cebollas, pepinos, pimientos, tomates, etc. Pero su estudio epidemiológico fue el mejor.”[38]

También el doctor Enrique De la Morena llegaba en sus investigaciones a las mismas conclusiones: “Cuál fue mi sorpresa cuando las ratas que yo alimentaba con ese aceite, que en unos casos les daba crudo, en otros frito, engordaron. Y lo que me temía es que tuviéramos una reunión los distintos investigadores que habíamos hecho esta experiencia y me encontrara yo con que mis ratas habían engordado y las ratas de los otros investigadores hubieran enfermado. Pues bien, la sorpresa fue que a todos, todos, les habían engordado las ratas con el aceite”. En enero de 1983, De la Morena solicitó ayuda financiera al Plan Nacional del Síndrome Tóxico, dirigido por Carmen Salanueva, para un proyecto de investigación en el que pretendía averiguar por qué tantos enfermos del síndrome tóxico contraen cáncer. No sólo se le deniega esa ayuda sino que le denuncian al Tribunal de Deontología del Colegio de Médicos que sin embargo no le retira la licencia para ejercer.

Coincidiendo con Muro y Frontela, el Dr. De la Morena declara: “Todos los resultados de nuestras investigaciones encajaban muy bien con una intoxicación por organofosforados[39].

En 1985, el máximo responsable de pesticidas de la OMS, Gastón Vettorazzi, declaró en la revista Cambio 16 que “la epidemia estuvo provocada por un agente neurotóxico” y que de ninguna manera las anilinas o las anilidas podrían causar una enfermedad como la del síndrome tóxico[40]. La entrevista fue grabada en cinta magnetofónica bajo previo aviso del periodista, que también informó de que ésta sería publicada. Aún así, en el próximo número Cambio 16 tuvo que incluir una nota enviada por el propio Vettorazzi, en el que se desdecía de todo lo dicho durante la entrevista.

Un año antes, los doctores Clavera y Martínez ya habían hablado con Vettorazzi. A este respecto, el doctor Martínez explica: “Cuando en 1984 y por iniciativa personal fuimos a Ginebra para hablar con Gastón Vettorazzi (máximo responsable del departamento de pesticidas de la OMS) nos dimos cuenta de que allí sabían que el Síndrome Tóxico español de 1981 no lo había vehiculado ningún tipo de aceite y de que probablemente era una intoxicación por algún organofosforado; pero la OMS depende de la financiación de los gobiernos de los diversos países integrantes y debe atenerse a sus ‘vetos’ políticos[41].

Más tarde, se han realizado numerosos estudios sobre los efectos de los insecticidas organofosforados, debido a las intoxicaciones sufridas por los agricultores y trabajadores del campo de todo el mundo. Según estos trabajos, “la importancia de los efectos causados por la intoxicación de insecticidas organofosforados y carbamatos puede ser comprendida cuando se estima que aproximadamente tres millones de personas se exponen anualmente a dichos agentes con una mortalidad aproximada de 300.000 personas, y provocan un número importante de discapacidades”[42].

En todos los estudios sobre intoxicaciones por organofosforados se describen los mismos síntomas que los provocados por el síndrome tóxico, aunque más leves. A decir verdad, en el caso del síndrome tóxico se daban una serie de factores difíciles de repetir. La mayoría de envenenamientos por insecticidas organofosforados se dan por absorción por vía cutánea, digestiva o respiratoria del pesticida en cuestión. Mientras que en caso del síndrome tóxico, se trata de un envenenamiento a partir de unos frutos que han metabolizado el organofosforado (especialmente potente), convirtiéndolo en un componente aún más letal.

En 1989, una enfermedad desconocida, la Eosinofilia-Mialgia, mató a más de 100 personas y dejó discapacitadas permanentemente a otras 1.500, en Nuevo México (EE.UU.). Miles de estudios han relacionado esta enfermedad, también nueva y desconocida hasta el momento, con el síndrome tóxico español, pues los síntomas sufridos por las víctimas coinciden sobremanera y el agente causante jamás ha sido identificado[43][44]. Como en el síndrome tóxico, se buscó el culpable en un producto concreto y se acuso al L-Triptófano, un suplemento nutritivo, pese a que como no se pudo encontrar el veneno concreto, al contrario que con el aceite de colza, el triptófano fue absuelto en el proceso judicial.

La verdad es que las intoxicaciones por pesticidas organofosforados son mucho más frecuentes de los que nos pensamos. Sin ir más lejos, muchos científicos tienen el convencimiento de que el llamado “mal de las vacas locas” también fue causado por pesticidas organofosforados y lo cierto es que sólo hay que ver los síntomas[45]. La periodista Gudrun Greunke también se muestra convencida de ello: “La verdad es que esa enfermedad, que mató cientos de miles de vacas y causó más de 200 víctimas humanas, fue causada también por un producto organofosforado”[46].

En la actualidad, son muy pocos los médicos que tienen conocimientos sobre cómo tratar una intoxicación por organofosforados. Aquellos que están más habituados a ver estos casos, suelen tratar a enfermos de fatiga crónica, fibromialgia, sensibilidad química múltiple (SQM) o hipersensibilidad electromagnética (EHS), todas ellas enfermedades que pueden estar causadas, entre otros, por pesticidas organofosforados absorbidos en grandes cantidades ―por accidente o de manera intencionada[47]― o en pequeñas cantidades por acumulación, durante varios años[48]. Con frecuencia, también son enfermedades en superposición y por este motivo, se sospecha que una persona puede estar afectada de SQM cuando le ha sido diagnosticada fibromialgia o fatiga crónica, por ejemplo.

A este respecto, el doctor Joaquim Fernández-Solà así como la Sociedad Española de Neurología afirman que aproximadamente el 3% de los españoles están afectados por fibromialgia, pero a las tres cuartas partes de los enfermos ni tan sólo se les ha diagnosticado.

Todavía hay mucho desconocimiento sobre la fibromialgia, la sensibilidad química múltiple o la hipersensibilidad electromagnética y de hecho, no se conocen sus patologías exactas[49]. Según el doctor José Rodríguez Moyano, “no hay interés en que se resuelva y muchos se lucran de este vacío”. Por otra parte, el doctor Fernández-Solà asegura que “es un tema políticamente incorrecto porque estamos hablando de factores esencialmente ambientales que dependen de poderes económicos muy importantes. Por ejemplo, cuanto a radiación electromagnética se refiere, sabemos perfectamente que estamos expuestos a niveles impresionantes en nuestro país, pero las antenas que la provocan pertenecen a las empresas de telefonía, que son las principales empresas del Ibex-35. Lo mismo ocurre con las multinacionales farmacéuticas y los pesticidas, así que ¿cómo se va a investigar si tan siquiera se habla de ello?”[50].

Respecto al síndrome tóxico, ambos doctores son de la opinión de que un pesticida organofosforado tuvo que ser el causante. De hecho, Rodríguez Moyano opina que “no interesaba decir la verdad sobre el síndrome tóxico y se apostó por culpar al aceite de colza” y a la pregunta de si podría calificarse el síndrome tóxico como una fibromialgia muy aguda declara: “totalmente”. En esta línea, el doctor Fernández-Solà asegura que en este tipo de enfermedades (fibromialgia, SQM y EHS) “los pesticidas organofosforados se llevan la palma” a la hora de provocarlas y evidentemente “además de otros factores (morbilidad diferencial, exposición a químicos ambientales, etc.) la exposición a un organofosforado fue posiblemente una causa en la epidemia de 1981, que no fue suficientemente investigada.

El ya mencionado Sir Richard Doll fue el testimonio en el que se sustenta la hipótesis oficial del síndrome del aceite tóxico. A este respecto, el doctor Martínez Ruiz afirma: “Richard Doll fue la única persona que, en la historia del Síndrome Tóxico, se atrevió a emitir un ‘pronunciamiento’ de causalidad involucrando los ‘aceites sospechosos’, afirmándolo contundentemente después ante tres jueces y ante los numerosos Mass-media que estaban presentes en la Vista Oral de la Casa de Campo”.

Richard Doll y Edwin M. Kilbourne son los dos únicos científicos en los que, según el doctor Martínez, “y en base a sus a-científicos ‘pronunciamientos’ se entronizó la ‘Hipótesis Oficial’, se atendieron erróneamente a los afectados, se encarcelaron (y arruinaron) a los Industriales aceiteros…Y se arruinó la salud informativa de la joven democracia española[51].

En 2001, el periodista de investigación, Bob Woffinden, publicó un artículo titulado “Cover-up”, que puede traducirse al castellano como “Encubrimiento”, en el que explicaba que el síndrome tóxico tiene importancia histórica no sólo por su escala y el número de víctimas, sino también porque “fue el fraude científico contemporáneo prototipo”. Woffinden también afirmaba que, en el caso del síndrome tóxico, fue “la primera vez que los intereses multinacionales ingeniaron con éxito un gran encubrimiento en la ciencia internacional[52].

Ya en el prólogo de El Montaje del Síndrome Tóxico[53], el periodista Rafael Cid explicaba que el general Andrés Casinello (máximo responsable de los servicios de información de la Guardia Civil) prohibió expresamente realizar pesquisas sobre el síndrome tóxico. Cid afirmaba también que funcionarios del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) habían pedido su colaboración para elaborar un informe de siete páginas que finalmente fue elevado al máximo responsable del organismo, el general Emilio Alonso Manglano, en el que se declaraba que el aceite de colza no tenía nada que ver con el síndrome tóxico y que existían datos que apuntaban a un ensayo de guerra química como detonante de la epidemia. Dicho informe no se hizo público jamás, ni siquiera en el juicio.

La agencia de prensa Novosti relata más casos de la enfermedad sufrida en una base militar española con unos detalles extraordinarios: “’En el verano de 1983 comenzó una epidemia de neumonía atípica durante las maniobras militares en la base de San Gregorio cerca de Zaragoza. De esta enfermedad murieron el General José Cruz Requejo y el coronel Ramón Rodríguez, además de varios oficiales más cuyos nombres no se difundieron. Numerosos militares tuvieron que ser hospitalizados. La epidemia se extendió a la población civil. Por parte oficial se comunicó que en todos los casos se trataba de la enfermedad de la legionela. Como se sabe, en la región de San Gregorio, cerca de Zaragoza, se encuentra otra base de la Fuérza Aérea de los EEUU. Los síntomas de la enfermedad que empezó en mayo de 1981 en una ciudad cercana a Madrid y los síntomas de los militares españoles en la región de Zaragoza y que más tarde se extendió a la población civil eran muy similares’”[54].

En el 2006, el periodista Alfredo Grimaldos afirmaba: “Todo indica que no se desconoce el origen de la enfermedad, sino que se trata de ocultar por todos los medios. (…) La versión oficial no tiene ningún sentido. (…) Todo parece indicar que el síndrome tóxico se desarrolla en dos ondas epidémicas diferenciadas. La primera de ellas se produce a principios o mediados de enero de 1981. Coincide con una enfermedad no determinada que se desarrolla en pleno invierno en la zona norteamericana de la base de Torrejón y que afecta también a algunos militares españoles. Es probable que esta primera onda epidémica sea consecuencia de algún escape provocado accidentalmente con armamento bacteriológico, cuya presencia en la base es contraria a la legalidad internacional y contraviene el tratado bilateral que permitió su creación. Un serio inconveniente en tiempos del ‘OTAN, de entrada, no’”[55].

Los doctores Clavera y Martínez, integrantes del PNST y designados peritos del caso, declaran en la actualidad que están totalmente convencidos (certeza total) de que “el vehículo del tóxico fue una partida de tomates que contenía el o los organofosforados involucrados en la intoxicación masiva de 1981, partida que se entremezcló con otras en la distribución y comercialización ocurrida en España. Según el doctor Martínez, “era imposible que fuera cualquier tipo de aceite (fuera del tipo que fuera y contuviera lo que contuviera dicho aceite…incluso aunque contuviera organofosforados, o incluso aunque contuviera el ‘Nemacur’)”.

“Estoy convencido de que ‘Los gobiernos de la época’, a nivel de Consejo de Ministros (asi como los ‘Servicios de Inteligencia’, que yo llamaré a veces ‘Cloacas del Estado’) fueron muy conscientes de la mentira científica y la ‘callaron / ocultaron /confundieron’ activamente y sin parar en medios, por lo que son corresponsables de los daños que se derivaron en la salud de los afectados, la injusticia sobre los encarcelados, la transparencia científico-periodística y la grave merma democrática que sufrimos los españoles”, declara el doctor Martínez. Y añade: “También la Corona y estamentos Judiciales participaron en ello, en diversos grados. Las cúpulas de los principales Partidos (desde la extrema izquierda a la extrema derecha) se unieron también a este ‘Pacto de Silencio’, por usar la atinada expresión del título del libro de Andreas Faber Kaiser. El grupo periodístico PRISA participó notoria y mediáticamente en el ‘aplastamiento / confusión’ de la verdad. Y no sólo ‘Los gobiernos de la época’…sino también todos los gobiernos que desde entonces y hasta el presente les han continuado. Cada jefe de gobierno ‘siguiente’ hereda ‘secretos’ y compromisos contraídos que afectan a temas ‘Sensibles’ y ‘Razones de Estado’ provenientes de gobiernos ‘predecesores’: de facto se comprometen a no violar dichos secretos” [56].

[1] Epidemiólogo inglés condecorado por la Reina de Inglaterra con el título de “Sir”. Su carrera estuvo marcada por numerosas controversias. Acceso web: http://www.preventcancer.com/losing/other/doll.htm

[2] Se denomina DL50 (abreviatura de Dosis Letal, 50%) a la dosis de una sustancia que resulta mortal para la mitad de un conjunto de animales de laboratorio.

[3] IPCS-INCHEM, International Programme on Chemical Safety. Acceso web: http://www.inchem.org/.

[4] REPETTO, Manuel, 1997, Toxicología Fundamental, Madrid: Díaz de Santos.

[5] IPCS-INCHEM & University of Oxford Department of Chemistry MSDS. Acceso web: http://www.chem.ox.ac.uk).

[6] Reseña toxicológica de la ANILINA de la Agencia para Substancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR por sus siglas en inglés) del Centro para el Control de Enfermedades (CDC), en Atlanta. Consultar via web: http://www.atsdr.cdc.gov/es/toxfaqs/es_tfacts171.html

[7] Subrayado por la autora.

[8] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco. Y DIARIO 16, edición del 25 de junio de 1981.

[9] Sentencia del Tribunal Supremo 48/1989 (Sala de lo Penal, sección 2), de 20 de mayo de 1989, (recurso 208/1981). Acceso web: http://www.poderjudicial.es/search/doAction?action=contentpdf&databasematch=AN&reference=6092617&links=&optimize=20110825&publicinterface=true

[10] EL PAÍS, edición del 25 de agosto de 1982. (Consutar via web: http://elpais.com/diario/1982/08/25/sociedad/399074401_850215.html)

[11] EQUPO DE INVESTIGACIÓN, 2013, El Precio del aceite, Madrid: La Sexta. Acceso web: http://www.atresplayer.com/television/programas/equipo-de-investigacion/temporada-1/capitulo-73-precio-aceite_2013112900378.html

[12] DIARIO 16, edición del 26 de mayo de 1981.

[13] Es el caso de la abogada Maria Concepción Navarro, que trataremos en las siguientes páginas.

[14] FABER-KAISER, Andreas, 1988, Pacto de Silencio, Barcelona: Royland.

[15] Reseña toxicológica de la ANILINA de la Agencia para Substancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR por sus siglas en inglés) del Centro para el Control de Enfermedades (CDC), en Atlanta. Consultar via web: http://www.atsdr.cdc.gov/es/toxfaqs/es_tfacts171.html

[16] Varios autores, Epidemiologic evidence for a new class of compounds associated with toxic oil syndrome. 1999, Epidemiology.

[17] Los análisis muestran que los ratones tan sólo engordan y presentan un pelaje más lustroso al ingerir el aceite de colza desnaturalizado y re-naturalizado.

[18] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco. Y DIARIO 16, edición del 25 de junio de 1981.

[19] Ver informe del análisis del Instituto Nacional de Toxicología consultando el listado de anexos de la página 101.

[20] Comunicación personal con Antonio Muro Aceña. Consultar listado de anexos de la página 103.

[21] OBIOLS, J., Informe toxicológico sobre los Plaguicidas Organofosforados (Parte I), del Centro Nacional de Formación y Documentación, 2002.

[22] Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Informe sobre insecticidas organofosforados de acceso web: http://www.epa.gov/oppfead1/safety/spanish/healthcare/handbook/Spch4.pdf

[23] Comunicación personal con el doctor Guitart. Consultar listado de anexos de la página 100.

[24] Luis Frontela Carreras, catedrático de Medicina Legal, especialista en Medicina Legal y Forense, especialista en Cirugía General, especialista en Traumatología y Ortopedia, director del Instituto Universitario de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla. Con estudios en EE.UU. e Italia, también estudió un posgrado Scotland Yard y el FBI. Es famoso por haber intervenido en el caso Alcàsser o la detención del psicópata Manuel Villegas, entre otros.

[25] Sentencia 12659/1986 del caso. Consultar listado de anexos de la página 101.

[26] Frontela, Luis, Informe pericial que sobre el fallecimiento de Doña Maria Concepción Navarro emite el Profestor Dr. Luis Frontela, 1984.

[27] Frontela, Luis, Informe del profesor Frontela sobre la bioexperimentación con monos, Conclusiones, 1988. Consultar listado de anexos de la página 101.

[28] Salanueva fue procesada por fraude en 1997, ver edición de EL PAÍS: http://elpais.com/diario/1997/03/01/espana/857170821_850215.html

[29] EL PAÍS, edición del 24 de abril de 1985.

[30] Ver las siguientes noticias en Radio Televisión Española (http://www.rtve.es/alacarta/videos/informe-semanal/informe-semanal-30-anos-envenenados/1094189 y http://www.rtve.es/alacarta/audios/archivo-espana/archivo-espana-caso-colza-defensa-del-consumidor-01-03-14/2425709), Antena 3 (http://www.antena3.com/especiales/noticias/sociedad/una-mirada-atras/tragedia-aceite-colza-cumple-anos_2011050300165.html), o La Sexta (http://www.lasexta.com/programas/mas-vale-tarde/noticias/gripe-gripe-porcina-escandalos-previos-carne-equina_2013022600274.html).

[31] Cuenta con más de 60 trabajos publicados en prestigiosas revistas científicas. Acceso web: http://www.biomedexperts.com/Profile.bme/1726762/Claus_K%C3%B6ppel

[32] ALTENKIRCHA, H. & STOLTENBURG-DIDINGERB, G. & KOEPPEL, C., 1988, The neurotoxicological aspects of the toxic oil syndrome (TOS) in Spain, Toxicology: volumen 49, número 1, páginas 25–34.

[33] EL PAÍS, edición del 15 de marzo de 1988. Acceso web: http://elpais.com/diario/1988/03/15/sociedad/574383609_850215.html

[34] PERALTA, A., Sindrome Tóxico. Informe previo del Dr. Ángel Peralta Serrano. Designado perito. Consultar listado de anexos de la página 101.

[35] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco. Y DIARIO 16, edición del 25 de junio de 1981.

[36] FABER-KAISER, Andreas, 1988, Pacto de Silencio, Barcelona: Royland.

[37] Se refiere a la madre y su hija, gracias a las cuales el doctor Tabuenca obtuvo pruebas para considerar al aceite como culpable de la intoxicación. El 19 de junio, salía esta noticia en todos los periódicos de la capital (ver DIARIO 16, edición del 19 de junio de 1981).

[38] Carta de Fernando Montoro a Ciriaco de Vicente. Consultar en el anexo de las páginas 96 y 97.

[39] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco. Y DIARIO 16, edición del 25 de junio de 1981.

[40] CAMBIO 16, edición del 11 de febrero de 1985, nº 689. Ver en anexo de las páginas 98 y 99.

[41] Comunicación personal con el doctor Martínez Ruiz. Consultar listado de anexos de la página 101.

[42] MARRUECOS-SANT, L. & MARTÍN-RUBÍ, JC., 2007, Uso de oximas en la intoxicación por organofosforados, Medicina Intensiva: volumen 31, número 5. Acceso web: http://scielo.isciii.es/scielo.php?tlng=en&nrm=iso&script=sci_arttext&pid=S0210-56912007000500007&lng=en

[43] Red Nacional del síndrome de la Eosinofilia-Mialgia: http://www.nemsn.org/cause.htm

[44] Varios autores, Eosinophilia-Myalgia Syndrome, 2014, Medscape. Acceso web: http://emedicine.medscape.com/article/329614-overview

[45] Revista DSalud, edición de febrero de 2001. Acceso web: http://www.dsalud.com/index.php?pagina=articulo&c=1063

[46] DOGMACERO, edición de noviembre y diciembre de 2013.

[47] Un 30% de los suicidios a nivel mundial se llevan a cabo con pesticidas y los organofosforados son los más utilizados, según EDDLESTON, M., 2013, Preventing deaths from self-poisoning in the developing world. Acceso web: http://www.hsph.harvard.edu/hicrc/files/2013/01/Eddleston_Talk_9.19.08.pdf

[48] Varios autores, 2011, Documento de consenso de Sensibilidad Química Múltiple, Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Acceso web: http://www.semfyc.es/biblioteca/virtual/detalle/Consenso_Sensibilidad_Quimica_Multiple/

[49] Ibídem.

[50] Comunicación personal con los doctores Fernández-Solà y Rodríguez Moyano. Consultar listado de anexos de la página 101.

[51] Comunicación personal con el doctor Martínez Ruiz. Consultar en el listado de anexos de la página 101.

[52] WOOFFINDEN, B., 25 de agosto de 2001, Cover-up, Londres: The Guardian. Recurso electrónico: http://www.theguardian.com/education/2001/aug/25/research.highereducation

[53] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco.

[54] GREUNKE, Gudrun & HEIMBRECHT, Jörg, 1988, El montaje del síndrome tóxico, Barcelona, Ediciones Obelisco.

[55] GRIMALDOS, Alfredo, 2006, La CIA en España. Madrid: Debate.

[56] Comunicación personal con el doctor Martínez Ruiz. Consultar en el listado de anexos de la página 101.

Deja un comentario